El Horla (LIBROS DEL ZORRO ROJO) - Tapa dura

· Una de las obras de terror sobrenatural más notables de la literatura universal. Un relato imprescindible para los lectores de narrativa gótica. · Homenaje sublime al texto de Maupassant, las notables imágenes a grafito y tinta creadas por Cascioli para El Horla suponen para LZR un hito tan relevante como sorprendente, y se distinguen como uno de los más virtuosos trabajos de ilustración antes publicados. Los múltiples detalles y las luces y sombras emergen desde un conjunto cuya lógica perturbadora pasa vertiginosamente de lo familiar a lo siniestro. · La excelente traducción ofrecida en este libro es la del premio nacional, Mauro Armiño ―en 1971, 1979 y 2010, cuyo vasto recorrido se ha centrado en los clásicos de las letras francesas (Moliére, Camus, Voltaire, Zola, Schwob, entre otros)― y está enriquecida por notas que contextualizan la atmósfera de cada uno de los cuentos.

Guy de Maupassant Hijo de una familia acomodada, a sus diecinueve años, y tras graduarse como bachiller, viajó a París para estudiar Derecho. En 1873 inició una intensa relación con Flaubert, quien lo orientó en sus manuscritos, además de introducirlo en los círculos literarios de la época. Colaboró con los periódicos Gil Blas y Le Gaulois, en los que, entre 1880 y 1890, aparecieron más de trescientos cuentos suyos. Publicó varias novelas, entre las que destacan La casa Tellier y Pierre y Jean. En 1891 fue internado en diversas casas de salud y escribió su testamento. El primer día de 1892 intentó cortarse la garganta con un abrecartas, tras lo cual fue internado en la clínica del doctor Blanche, en París, donde murió al año siguiente. Mauro Cascioli Egresado de la Academia de Bellas Artes de Buenos Aires, desde edades tempranas destacó por su talento natural para la ilustración. Ha desarrollado un intenso trabajo, tanto carteles para largometrajes y portadas de revistas (Wizard o Zenescope Entertainment), como en el terreno del cómic (trabaja para las editoriales Marvel y DC Comics). Alberto Durero, Yokoyama Taikan, Harry Clarke o Iván Bilibin orientaron su estética. Admirador del movimiento simbolista de finales del siglo XIX, concibe la naturaleza como la infinita fuente de inspiración.